De niña me enseñaron a rezar,
y a pedir que un ángel me guardara.
Comí tierra por placer,
tomé tazas de leche recién ordeñada,
y bailé bambucos en alpargatas.
De quince años me dieron una fiesta
y tuve que bailar un vals.
Me escondí en la cueva del indio en casa de mi abuela
y olí el frescor de la húmeda hierba menta.
Los escuchaba gritar, tanto a ellos, los de la fiesta,
como a los grillos, los sapos y las abejas.
Transparente se escribieron en mi memoria
historias y conflictos, esperanzas y temor.
Palabras que sustentaron las desgracias de mi tierra.
Pero ahora no sé quien soy.
Si blanca, sí negra o sí indígena.
No soy blanca porque no aprendí a rezar.
Y no soy negra porque no siento tanta fuerza.
Tal vez prefiero ser indígena así no sepa saludar.
Prefiero el silencio y el olvido taciturno
porque me siento invisible entre la multitud.
Escucho sus lamentos, sus oraciones, sus milagros
del pasado y del futuro.
Algunos hablan de la esclavitud de sus abuelos.
Otros luchan en combates opuestos de colores:
rojo contra azul,
negro contra anarquista,
verde contra exterminio,
blanco contra salvación.
Ellos hablan de muerte, de odio, de destierros.
En sus palabras encuentro el eco del dolor,
la sed de venganza y el anhelo de la justicia perdida.
Todo parece estar ardiendo.
Y yo, soy el viento que corre a apagar el fuego,
y soy el fuego que quema mi congelado pecho.
En medio de este torbellino, me encuentro,
y así como me pueden apagar,
también me pueden elevar
y luego, de repente,
solo desvanecen sin aviso.
Si, porque me siento la indígena desaparecida en el fuego,
como una llama apagada en la oscuridad,
ausente en el viento,
con una voz que es brisa perdida entre el tumulto,
y como una mujer que hiberna
en este corazón eterno.
ESTE POEMA SE PRESENTÓ POR PRIMERA VEZ EN EL ATENEO DE BARCELONA PARA EL 8 DE MARZO POR EL DÍA MUNDIAL DE LA MUJER EN 2024.
Agatha Ben Gregory, "Mujer indígena". Copyright © 2024 Agatha Ben Gregory. Reimpresión con autorización de Agatha Ben Gregory.
POESÍA AGATHA BEN GREGORY