Crecí en el encantador pueblo de Chiquinquirá, a unas pocas horas de la vibrante Bogotá, la joya de Colombia. Desde una edad temprana, mi conexión con la escritura se manifestó a los seis años, cuando di vida a una entrañable historia sobre una vaca lechera titulada "La vaca de los nietos". A los catorce, me sumergí en la creación de mi primer conjunto de poemas, explorando la vida de un enano llorón con una profundidad que solo la juventud puede proporcionar.
A los diecisiete años, decidí emprender un viaje hacia Bogotá para sumergirme en el estudio de la música y explorar los clásicos de la literatura en el prestigioso taller de escritores dirigidos por Isaías Peña en la Universidad Central. Posteriormente, viví una etapa en Los Ángeles, California, donde la composición de canciones se convirtió en una experiencia llena de glamour y opté por hacer música bajo el seudónimo de Sophia. Aunque he dado vida a numerosas letras, música y orquestaciones, algunas de ellas han quedado resguardadas en el rincón más profundo de mi corazón, evitando distracciones, ya que representan dolores que han dejado una huella indeleble en mi ser.
En un momento de reflexión profunda, me retiré temporalmente a Villa de Leyva, buscando reencontrarme con mi esencia y sumergirme en la invisibilidad. Años después, en 2016, mientras me encontraba sentada en la plaza principal, la chispa de inspiración me alcanzó de manera inesperada: la historia de un niño indígena elegido para ser Zaque se reveló ante mí. Impulsada por la emoción, las ideas se agolparon en mi mente y, sin titubear, abandoné todo para entregarme por completo a la escritura.
Mis noches se transformaron en días de intensa creatividad, escribiendo hasta altas horas de la madrugada y levantándome del computador alrededor de las 4 de la tarde, justo a tiempo para preparar el ensayo del coro Pax Filius. Aquellos niños se convirtieron en los primeros artimagos, y una vez que se retiraban, mi mente se sumía en la trama de mi libro, incluso mientras disfrutaba de un reconfortante helado después de los ensayos. En cada palabra, en cada página escribí una historia que merece ser descubierta.
Durante siete años, me sumergí en la culminación de mi obra literaria, un proyecto que me catapultó hacia el intrigante mundo de la gastronomía ancestral. Este viaje me llevó a la apertura de un exclusivo restaurante, primero en la prestigiosa plaza de mercado y posteriormente en un local de alta categoría. En este capítulo de mi vida, mi madre se unió a mi lado y el amor tocó a mi puerta en la forma de un novio.
La irrupción de la pandemia obligó al cierre de mi aclamado restaurante y en respuesta a mi devota tarea literaria, tracé un plan que convertía la promesa de mi libro en una experiencia casi lunar. Dedicándome a estudiar la lengua muisca, encontré momentos fugaces para escribir, especialmente en las apacibles tardes mientras mi madre se deleitaba en sus caminatas.
Con el manuscrito completo en mis manos, di un audaz paso al enviar el primer capítulo a varios agentes literarios en Nueva York. La respuesta de uno de ellos, anunciando que mi libro encontraría su hogar en Barcelona, marcó un punto de inflexión que transformó mi trayectoria.
En un gesto digno de las historias que creé, organicé meticulosamente mi traslado a Barcelona. Organicé mis cosas y me instalé en la ciudad con mi madre, acompañadas por mis adorables perritas Katy, Valentina y Cuchu, y mi libro guardado con esmero en mi morral. Sentí que dejaba una parte de mi corazón en la hermosa Villa de Leyva.
Barcelona se convirtió en mi escenario de aprendizaje y crecimiento. Ahora, establezco un canal para compartir mi cautivadora experiencia en este mundo fascinante. Aunque aún aguardo confirmación literaria, el entusiasmo por la publicación pronto se convertirá en realidad. También me aventuré en la creación poética y en su recitación, inspirada por la rica historia ancestral de Barcelona. Aquí estoy, escribiendo con pasión, y puedo asegurar que lo mejor está por venir.
NARRATIVA DE AGATHA BEN GREGORY