Me sentí el hombre más afortunado del mundo
cuando en mi camino se cruzaron tus palabras
“¿qué puedo hacer por ti?”, dijiste.
Ríos de suerte y gozo pintaron una sonrisa en mi rostro.
Después, muy perturbadora era tu pregunta.
En mi corazón rebosaba el dulce sabor de la venganza.
Esa pregunta te escuché decir
cuando me pegaron y aún era un niño,
cuando me acusaron de mis crímenes,
cuando me golpearon la cabeza,
cuando vi morir a mi madre,
cuando deambulaba drogadicto por las calles y sin piel.
Hoy, condenado, tu pregunta me destroza.
Hay un tirano con el dedo sobre el botón rojo.
Se siente como una presa en la mandíbula de un cocodrilo.
Me invade tu pregunta tenebrosa.
Esa pregunta cadenciosa lleva consigo la esperanza
y los éxtasis de la maldad.
No hay palabras más lacerantes y dolorosas
que las poseídas por tal mentira.
Mi alma rasgada
es el instrumento perfecto
para que cante tu cruel heroísmo.
Pero soy más que la peor cosa que he hecho
y en este sufrimiento que amedrenta mi vida,
aúllan como pájaros,
en el corazón de mis pies desorientados,
jaulas de represión que repiten tu pregunta:
“¿qué puedo hacer por ti?”.
Los insultos que inundaron de lágrimas mis ojos,
los escuche en las ráfagas que surcaron los huracanados ríos
porque quise ser selva y mar y encontré un profundo vacío.
Las tinieblas me demostraron
que aquí también se pueden ver las almas
de los que no se han ido,
esperando tu respuesta.
Ellas esperan exhibir la verdad
de tu solapado miedo y tu descomunal enojo.
Hoy, ellas y yo te esperamos al otro lado del río
para confrontar tu engaño, si es que aún no lo vez.
Agatha Ben Gregory, "Al Otro Lado del Río." Copyright © 2024 Agatha Ben Gregory. Reimpresión con autorización de Agatha Ben Gregory.
POESÍA AGATHA BEN GREGORY